jueves, 26 de marzo de 2009

Los puntos suspensivos

Deben ser tres seguidos y no pueden ser ni más ni menos. Es preferible no abusar de ellos, sobre todo cuando se emplean con sentido irónico.
Cuando se quiere significar corte, interrupción, duda, vacilación de lo que se escribe, porque se ignora o conviene dejar incompleta o en suspenso la conclusión. Como en esta crónica de Rafael Solana:
“Pocos eran los casos en los que se entablaban un dialogo entre el comprador y el vendedor: ‘¿Tiene usted un libro que trate de…?’ Y generalmente el empleado se quedaba mudo, pues ignoraba la respuesta.
Sustituyen a la voz etcétera, cuando se juzga superfluo continuar la una enumeración. Así, en este fragmento de Salvador Novo:
“Luego, desde el ancho crucero de Tlapan, veíamos tenderse la invitación al viaje de una carretera umbrosa, eminente, sinuosa, que podía conducirnos a Tepoztlán, a Cuernavaca, a Tasco, a Acapulco…”
Después de palabras o frases con sentido irónico o cuando se busca explotar el efecto que causan. Valga otro ejemplo de Rafael Solana: “Tendremos que convenir que cualquier tiempo pasado… fue igual”.
Cuando en una cita textual se omite una parte del original.
“Lo que vamos a referir seria para novela exagerando, y sin embargo es exactamente cierto. Nuestra historia antigua… tiene episodios que darían materia para escribir muchos y divertidos volúmenes.”
En la cita de Manuel Payno se omitió “relegada por muchos años a polvosas librerías de los conventos”.

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