jueves, 19 de marzo de 2009

Las herramientas del redactor

De la misma manera que el obrero produce objetos que cumplen una función o satisfacen una necesidad, el redactor debe crear esa clase de objeto que llamamos texto. Tanto el obrero como quien escribe deben conocer-lo más profundamente posible- sus herramientas y la materia que deben vencer, ya que deberán hacerlo de una manera práctica, concreta.
Imaginemos el trabajo de un artesano. El carpintero no trata con rudeza el quebradizo triplay, ni con muchos miramientos la corteza dura del ocote. Cuando se trata de cortar una madera, el carpintero echará mano de la sierra y cuando intente rebajarla, el cepillo le será indispensable. No es otra la manera de proceder del redactor. El lenguaje es la materia que tiene que aprender a dominar. Conocer la palabra, manejar con habilidad la gramática y el estilo, son exigencias de su oficio.
Antes de reasentarlo en el plano de papel que fija los distintos cortes del objeto y aun el objeto completo, el carpintero tiene en mente un proyecto, una imagen mental de lo que será el objeto terminado, el redactor debe tener en mente un proyecto del texto que desea escribir. Pensará la función política que cumplirá (de análisis, de denuncia, de perspectivas, etcétera), enfocará el problema bajo la luz que le parezca más adecuada (económica, política, teórica, coyuntural, etcétera), imaginará su propio texto (breve o largo, en forma de crónica o de ensayo, especializado o de divulgación, etcétera) y aun escuchará el tono de sus palabras (violento, indignado, informativo, irónico, objetivo, etcétera)
El aprendiz de carpintero reconoce que no distingue las maderas preciosas de las corrientes, que desconoce los nombres de algunas herramientas. En el redactor hay una ilusión óptica. Supone en forma errónea que, puesto que habla el español, no necesita herramientas. Cuando una persona intenta escribir un texto, requiere, como cualquier trabajador, de un conjunto de instrumentos, ya que escribir es el dominio de una técnica.
La herramienta fundamental del redactor son los diccionarios. Consultarlos de manera constante es indispensable para moldear la materia del escritor que es la palabra. No es fácil elegir un diccionario; una manera sencilla de ponerlos a prueba es, como en la fruta, calarlos, vale decir, buscar una palabra cuyo significado conocemos a la perfección y leer la definición que ofrece el diccionario. Si esta operación se repite en cuatro o cinco palabras, tendremos una opinión sobre la calidad del diccionario. Otra manera es seleccionar una palabra y consultarla en varios diccionarios a fin de compararlos y adquirir el que parezca más preciso y completo. Al comprar un diccionario, son preferibles los escritos originalmente en español que los traducidos de otros idiomas. Hay que reconocer que los diccionarios son caros por lo general, pero no lo son tanto si consideramos que representan una inversión que va a ser útil para toda la vida, pues se consultan siempre, cualquiera que sea el tema que se trabaje. Por esta misma razón, y porque se trata de una herramienta, los diccionarios siempre deben estar sobre el escritorio del redactor.

Diccionarios semánticos

De manera natural, el vocabulario que posee al hablar se reduce al momento de escribir, sea porque se desconoce la ortografía o, lo más común, porque se duda del significado. Para ampliar, e incluso para dominar el propio vocabulario verbal, son útiles los diccionarios semánticos, es decir, aquellos en que aparecen las palabras y enlistados sus distintos significados.

Diccionarios de uso

Algunas personas se sienten más seguras si en vez de una definición, el diccionario ofrece frases en que se observan los modos de empleo de cada palabra.

Diccionarios de sinónimos

Para evitar las repeticiones de palabras, que es una norma básica de redacción, son indispensables los diccionarios de sinónimos que, como su nombre lo indica, enlistan los vocablos afines al que buscamos. En las definiciones de estos diccionarios, ningún sinónimo es idéntico a otro, pues cada uno implica un matiz distinto. Consultar esta clase de diccionarios ayuda, entonces, no sólo a no repetir palabras, sino también a ampliar y sobre todo a afinar nuestro vocabulario. Es común que además de los vocablos afines se incluyan los opuestos, o sea los antónimos.

Diccionarios de dudas del idioma

De enorme utilidad son los diccionarios de este tipo, que incluyen las principales dudas gramaticales que se le presentan al redactor, tales como la conjugación de los verbos irregulares, el uso de preposiciones, la ortografía de palabras provenientes de otros idiomas, gentilicios poco comunes y aun los barbarismos más frecuentes y su corrección.

Diccionarios enciclopédicos

No dedicados al idioma, sino a conocimientos de orden general, los diccionarios enciclopédicos auxilian al redactor a resolver dudas sobre personajes y hechos históricos, datos geográficos, temas científicos y culturales.

Diccionarios bibliográficos

Además de proporcionar, por lo general en forma escueta, los principales acontecimientos vitales del personaje, permiten verificar la ortografía correcta de nombres y apellidos sujetos a numerosas excepciones e incluso preferencias individuales.

Diccionarios de especialidades

Los investigadores requieren consultar distintos diccionarios de acuerdo con los temas que, según su profesión, abordan con más frecuencia.

Otros materiales de consulta

También herramientas útiles para investigar son las cronologías, atlas, almanaques, libros del año publicados por enciclopedias, bibliografías, diccionarios de distintos idiomas, diccionarios de locuciones extranjeras, etcétera.

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