jueves, 19 de marzo de 2009

Los andamios del oficio

Partir de un esquema

Es de gran ayuda tener un esquema que, con menos o mayor detalle,trace la guia q debe seguir el texto.esto evita perderse y, al asignar espacios a los puntos q se abordaran, le otroga estructura y equilibrio al escrito,y elude a la desproporcion.
Para elaborar el esquema es recomendable el ejercicio q se conoce como” lluvia de ideas” y consiste en dejar volar la imaginación en torno al tema propuesto anotando puntualmente las ideas con objeto de seleccionar aquellas q parezcan mas atractivas y, sobre todo, pertinentes. Con la lista q surge de esta selección es posible intentar un esquema q agrupe las ideas afines y ordene el modo sucesivo en q se presentaran al lector.
Este esquema que puede ser de dos o tres puntos, o q; si se trata de una investigación larga es equivalente al indice del libro q tiene las caracteristas de ser provisional y, por lo tanto, sufrira cambios a consecuencia de q, conforme avanza la investigación, resulta indispensable hacer pequeños ajustes. Además, el esquema permite dividir el número de cuartillas de que se dispone (o nos hemos propuesto) entre los puntos que incluimos en los esquemas y, por lo tanto, calcular la profundidad y tiempo que corresponde a cada uno de ellos si, por ej., vamos a tratar un tema de 50 cuartillas es evidente que los antescedentes, antes de entrar en materia, no pueden exceder las 15 cuartillas por lo cual la investigación no tiene que ser exhaustiva, lo que determina el tiempo, asi como el grado de profundidad. Del mismo modo, un articulo de fondo por lo regular de 2 y media a 4 cuartillas, obligara a dedicar a los antescendentes una cuartilla o cuartilla y media como maximo.

Uno, dos, tres, muchos borradores

Uno es el esquema y otro el borrador. La escritora norteamericana Mary McCarthy acostumbraba poner 1500 páginas en un lado de su escritorio y otras 300 en el otro, lo que explicaba diciendo que era necesario arruinar las primeras para conseguir unas 300 bien pulidas. El borrador contiene las distintas versiones de nuestro texto, del cual, de una vez a la siguiente, cambiamos palabras, puntuación, orden de los párrafos y hasta enfoques.El gran Jorge Luis Borges afirma que se pública por cansancio vale decir para detener las incesantes correcciones. A su vez, el novelista Henry James consideraba, lo que no deja de ser inquietante, que quizás la mejor versión de una obra se fue en uno de los borradores desechados y que, por lo tanto, siempre es azarosa la versión final que llega a los lectores. García Márquez corrige párrafo a párrafo y no pasa al siguiente mientras no esta satisfecho del anterior; en cambio, Vargas Llosa prefiere un borrador escrito de una sola vez y luego oírlo podando. Si alguien piensa que solo los artistas deben escribir borradores, se le podría responder que si ellos, con todo su talento a cuestas, los escriben, con mayor razón cualquiera de nosotros. Machado advierte, con toda pertinencia, que se corrige lo que se puede y que de ahí en adelante hay que aceptar nuestros defectos, lo que quiere decir que el perfeccionismo no debe llevar a agotarnos en un mar de borradores. Recuerda, sin embargo, que ese “prodigio de improvisadores que se llamó Lope de Vega” fue quien escribió: “Ríete…de poeta que no borra”.

Escribir, escribir y escribir

El refrán de que “echando a perder se aprende” es válido en el oficio de escribir. Entre otros mil colegas suyos, Carlos Fuentes aconseja escribir tres cuartillas diarias para, como dice García Márquez “mantener caliente el motor”.

Encontrar la propia personalidad

De la misma manera que cada quien tiene una personalidad. La práctica de la escritura va sedimentado un conjunto de rasgos estilísticos o formas de escribir que incluso hacen posible identificar a un autor. Este sello personal es insoslayable y por lo general surge de una dialéctica entre el escritor que deseamos ser y nuestras capacidades reales. Por otro lado, suele ocurrir que personas muy ingeniosas en su vida diaria. Por ej. Rosario castellanos, a la hora de escribir muestra una veta trágica insospechada. De ahí la conclusión de que puede existir, aunque no forzosamente, una discordancia entre nuestra personalidad habitual y la que nos surge al enfrentarnos al momento de escribir. Asi pues, estemos atentos a descubrir nuestra verdadera personalidad como escritores y establezcamos modelos, reales o imaginarios, afines a esa personalidad.

Releer lo escrito como si fuera otro el autor

El primer crítico de un texto es el propio redactor. De hecho, una vez conseguido un primer borrador, las correcciones dependerán de la capacidad critica de uno mismo. Esta tarea, sin embargo, se dificulta por la cercanía con el texto; es indispensable, entonces, fortalecer la facultad de autocrítica creando distancia, leyéndonos con frialdad desdoblándonos para leer lo escrito como si fuera de otro.No todo mundo puede darse el lujo de escribir un texto y guardarlo en en el cajón del escritorio seis meses, pero esta costumbre de numerosos novelistas revela que la distancia (que aquí hemos designado capacidad de desdoblamiento) acrecienta la enriquecedora autocrítica.Ayuda, en esta tarea leer en voz alta, pues se descubrirán defectos (de puntuación, de rima, de monotonía) que escapan a la lectura visual. Esta capacidad de desdoblarse y leer lo propio como si fuera de otra persona es tan importante que quizás constituye el rasgo que distingue al escritor.

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