Malo esta el cuento, decíamos, cuando quien escribe parece estar vestido de etiqueta y nos recibe con una andanada de palabras domingueras, vale decir que no las emplea de diario, entre semana. Pero todavía es peor si esos vocablos, supuestamente elegantes, han sido seleccionados, como ocurre con mucha frecuencia, porque suenan bien.
Un texto plagado de palabras, bellas de por si, pero que no viene al caso, es una clara señal de inexperiencia al redactar. Debe elegirse cada palabra por su significado; no prodiguemos , entonces, espejismos, demiurgos, dialéctica, sistémico, azogues, querubines y piedras preciosas ni adjetivos elogiosos o furibundos como esplendido, excelente, magistral, infame, criminal o canalla a no ser que el sentido, muy bien meditado, lo justifique.
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